Siempre que se habla del pasado no se puede remitir a este sin un dejo de nostalgia. Se podría decir que al referirse a historias ya lejanas se corre el riesgo de perderlas si no se recuentan, si no se hablan. La memoria y el recuerdo son después de todo el mecanismo nuestro de validar nuestra propia existencia; memoria como legado. Según José Saramago; “Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir.”

Echando una ojeada rápida a la obra de la joven artista Dania Reyna Mercado se puede percibir exactamente ese ápice de recuerdos; se puede llegar a conocer casi a fondo las historias de unos personajes que nos observan con miradas tristes desde una realidad muy diferente a la nuestra. Son figuras a veces desgarbadas, a veces tristes, otras simplemente con la mirada vacía producto de una resignación que no conocemos; todas con algo en común… parecen estar en su propia atmósfera, su propio espacio-tiempo. Se podría llegar a conjeturar que tal vez son esos personajes quienes nos miran a nosotros con la tristeza de quien observa a alguien y se pregunta cómo somos en realidad.

Dentro de un marco más profundo, el trabajo de Reyna denota una dialéctica personal de introspección. Se podría decir que es la búsqueda de la artista de rescatar del olvido unas historias relacionadas con las propias memorias de su pasado familiar. En sus pinturas vemos reflejados no solo personas sumidas en un letargo sino que al analizar el tratamiento de su trabajo se puede llegar a pensar que Reina trata de rescatar un pasado del olvido, antes que la fragilidad del tiempo desvanezca ese reflejo de muchas vidas antes que la suya. Menciono esto ya que al utilizar sus “drippings” se podría tomar literalmente como una desasociación de lo real, convirtiendo cada personaje, cada rostro en un reflejo en proceso de desvanecimiento.

Sus cuerpos se funden con la tela, desaparecen con la misma violencia con que también se muestran a nosotros. Pero; también su obra muestra esperanza. La representación de sus cactus frente a dos hombre con sombreros denota una esperanza de forma más evidente que en la mayoría de los trabajos. El cactus se torna una representación vivida de esperanza; se vuelve simbólicamente en la posibilidad de la vida aun dentro del más agreste desierto. Sus colores son mas fuerte y el trazo más controlado quizás aludiendo a lo que la misma artista menciona; las plantas curan.

La exhibición de esta artista, recién graduada pero ya con una dialéctica pictórica bastante madura y completa nos mostrará una serie de intimidades cifradas dentro de un marco alegórico pero más importante, si observamos bien, veremos que si bien cada persona es un libro con cientos de historias, es nuestra capacidad de recordar lo que nos hace sentir vivos.

Daniel Arnaldo-Román – San Juan, 2017